
En épocas de crisis, se culpa a economistas por no anticipar sobre la inminente debacle. Recuerdo que en reuniones internacionales con presidentes de banca central, las ponencias se limitaban a alertar sobre el debilitamiento estructural de sectores de grandes economías, y no se predecía con exactitud la magnitud de la venidera crisis financiera global. Ahora se culpa a expertos, por no predecir la peor crisis financiera desde la debacle de los 30. Para versados en teoría económica, sabemos que no se puede esperar que como el Oráculo de Delfos, ellos puedan predecir el futuro con exactitud.
Con el rigor que la crisis de los 30 desafió la creatividad de economistas como J. M. Keynes, la actual crisis desafiará la creatividad de nuevos talentos, sin olvidar contribuciones de economistas Nobel, como P. Samuelson, 1948, con su libro sobre teoría económica; M. Friedman en los 60 con su teoría monetaria, seguido por R. Lucas en los 70, el escéptico de la intervención fiscal, y P. Krugman, nuevo keynesiano que apoya la intervención del Estado mediante fuerte gasto. Existe fuerte base teórica de escuelas de pensamiento económico que con teorías distintas darán una síntesis de nuevas ideas No obstante, no podemos asumir que la solución está sólo en las manos de un banco central, como en el caso de la Reserva Federal en USA. Recordemos que en los 60s y 70s, M. Friedman culpaba a la Reserva Federal de causar la Gran Depresión por falta de una mejor política monetaria, logrando convencer a muchos colegas e incluso al entonces gobernador de la Reserva Federal Ben Bernake, quien elogiando los 90 años de Milton Friedman, dijo: Tiene la razón, nosotros lo hicimos. Pedimos disculpas. Pero gracias a usted, no lo volveremos a hacer. Después de la reciente crisis inmobiliaria, los expertos se dieron cuenta de que la reserva federal no es dueña responsable de la verdad, y contradiciendo teorías neoliberales de Friedman, el paquete de rescate financiero lo asume el Estado, iniciando un nuevo Keynesianismo que culmina con la nacionalización de empresas financieras de magnitud, y ante esta intervención del gobierno de Obama, los economistas reconsideran la aplicación de políticas fiscales y mencionan el tema de políticas fiscales óptimas.
En su libro The Age of Turbulence, A. Greenspan, adherido a su ortodoxia, reiteradamente daba menor importancia a la aparición de burbujas en la industria de la construcción, incluso la negó como imposible, argumentando que la vivienda no constituía un mercado singular, ignorando el peligro de las transacciones de instrumentos derivados en Wall Street. En su testimonio al Senado, en octubre del 2008, finalmente reconoce que se había equivocado al mencionar que había encontrado una falla en su ideología, agregando que “He estado trabajando por 40 años o más con considerable evidencia de que ella funcionaba excepcionalmente bien”. Actualmente, la opinión de expertos economistas se halla dividida en dos escuelas de pensamiento. La primera, liderada por Paul R. Krugman de Princeton y Nouriel Roubini de NYU, que en la tradición de Keynes se preocupan de perpetuos declives económicos que pueden ser frenados con políticas agresivas, como la presente intervención de rescate financiero por el Estado, que incrementan gastos y disminuyen las tasas de interés. El segundo, liderado por R. Lucas de Chicago y R. Barro de Harvard, que apoya la teoría del autoequilibrio en la economía y consideran que el fuerte gasto deficitario y bajas tasas de interés no son efectivos y que endeudan a la nación. Sin embargo, ni los unos ni los otros pueden afirmar que la magnitud del paquete de rescate es óptima, o por lo menos asegurar que éste funcionará.
* Ex Presidente del Banco Central de Bolivia
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