Siempre me han enseñado que ante la adversidad es siempre bueno ser positivo y proactivo, de manera de no caer en letanías y lamentaciones. En el caso concreto de hidrocarburos estamos convencidos que -ni modo- hay que seguir siendo positivos.
Lo grave de nuestro problema, amén del irresuelto empate político-social es que estamos cayendo en la monoproducción con monocomprador. Como el caso del estado. Sólo producimos gas –en materia prima- y sólo nos lo compra Brasil y en menor medida Argentina.
Siempre he defendido una alianza de iguales con Brasil, pero con agenda energética de por medio. Desde 2003 y la estúpida “guerra del gas” hemos perdido la oportunidad de consolidar a Bolivia con el centro de inversiones en energía: pudimos haber ya colocado 70-75 Mmm3d (millones de metros cúbicos de gas natural por día), que vendido a 5-6 USD por millar BTU habrían reportado al TGN boliviano, sólo como renta, cerca de 4000 mil millones en un proceso que de haber empezado en 2003 estaría ya ahora en la punta alta del ciclo camino a dar un segundo paso en las reformas: la intensiva industrialización.
El positivismo nos empuja a pensar que vamos a llegar, en su momento, con regulación adecuada y con inversión a certificar 100 TCF como adelantamos hace meses atrás pero privilegiando sociedades compartidas tipo joint venture entre Estado y privados internacionales, que tienen capital y experiencia.
Como la dirigencia estatal no pudo administrar adecuadamente las relaciones energéticas con Brasil ahora tenemos un complejo escenario: por un lado hay información de que sus termoeléctricas que generas electricidad en base a gas –boliviano en gran proporción por lo menos para el Estado de San Paolo- van a requerir nuevos volúmenes de gas boliviano, que desde hace ya varios meses no llega a exportar los 30 Mmm3d que están pactados en un contrato previo.
Por otro lado la época de lluvia incrementó sus niveles de reserva de agua para sus hidroeléctricas, argumento que utiliza Brasil para recortar su pedidos de carga de gas boliviano.
Aquí se plantean dos situaciones: primero que nunca hubo ni habrá por los próximos dos años una agenda energética binacional que incluya inversiones en infraestructura energética para valor agregado al gas. Eso está en punto muerto. Segundo que éste subi-baja de requerimiento de gas de Brasil a Bolivia es porque no hemos diversificado nuestras operaciones en producción de valor agregado ni abierto nuevos mercados. Gran cosa hubiera sido abrir nuevos mercados pero para diesel y electricidad, que significarían otro tipo de ingresos a Bolivia y romper así esa monoproducción y monomercado.
El invierno va a poner su cuota parte: habrán incrementos internos de demanda de gas, e inclusive incremento de demanda de Argentina. Bolivia estará, otra vez, en la encrucijada de cumplir o fallar esas demandas.
Romper el círculo vicioso de ser monoproductor de valor agregado a monodemandantes será costoso, aún más ahora con la política socialista marxista del régimen que impide la apertura a capitales externos a jugar en el negocio energético boliviano.
Una vez más la demanda de gas no va de la mano de la planificación sectorial desde el Estado. En el mercado interno hay un consumo cercado a casi 7 Mmm3d, a Brasil cerca de 27 Mmm3d, a Argentina 5 Mmm3d. Pero ésta demanda estacional no va de la mano de inversiones de largo plazo que permitan corregir éstas demandas de mercado.
En todo caso el mensaje es lavar la imagen boliviana y aperturar el sector aunque a los responsables del sector no les guste la idea. En algún momento de la historia se estará empezando a discutir una Segunda Parte de la Capitalización del sector de Hidrocarburos. Acuérdense.
Un espacio de análisis y debate de la realidad boliviana, desde la perspectiva energética. Energía, Gas, Petróleo para el Desarrollo Económico.
miércoles, 27 de mayo de 2009
Monoproducción - monomercados del gas boliviano
Por Boris Gómez Úzqueda
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