Por Boris Gómez Úzqueda
Hace unos diez años, cuando la política del “Triángulo Energético” empezaba a dar frutos y a reposicionar a Bolivia en el mapa político energético del Continente, dados los ritmos de inversiones y la expectativa positiva que despertó el país con la inclusión de capitales multinacionales conjugados con atención a sectores desprotegidos (un bono emergente de los éxitos de la inversión energética), varios estudios apuntaban a que Bolivia, de seguir con inversión, exploración (que ya hubiera sido profunda a mas de seis mil metros), estaríamos –en ésta nueva década- quizá pisando el umbral de los 100 TCF de reservas en nuevos bolsones y reservorios profundos, confirmando nuestra calidad de potencia latinoamericana en gas.
Eso no ocurrió, el proceso se cortó y estamos estancados en lo más profundo de la desolación. Pero sigamos soñando un poco: para el 2035 cuando los niños de hoy sean los ministros de energía de Bolivia, habría que tener unos 40 000 millones de USD en inversión integral en la industria energética.
Recientemente en el importante Congreso Internacional Gas y Energía celebrado a instancias de la cámara Boliviana de Hidrocarburos el brillante presidente de PETROPERU, explicó claramente a un público ansioso de conocer el éxito peruano cómo fue que ese país salió adelante en negocios de gas con Camisea (un reservorio que sin desmerecer no es tan importante como los que actualmente tenemos en Bolivia). La ponencia del ejecutivo fue sencilla: abrirse al mundo, viajar a “vender” proyectos energéticos peruanos a multinacionales que operan en Estados Unidos, en Japón, en el Medio Oriente y ser agresivos en las ofertas y respetar las reglas de estabilidad.
Los retos que nos presenta el futuro están relacionados a producción a escala, abastecimiento, y seguridad en el suministro, ecuación que en Bolivia dadas las circunstancias actuales no existe.
¿Habrá que esperar a que empiece a caminar la industrialización únicamente liderada por el Estado boliviano?: Imposible. Actualmente en el mundo las cifras en negocios de valor agregado rondan –por país y por especialización de productos- más allá de los 40/50/50 mil millones de dólares, astronómicamente supriores a las 7000 que hubiera necesitado el proyecto de LNG boliviano a California. Eso es pensar global y diferente.
En éstos años el Estado boliviano recaudó más de 1500 millones de USD para atender obras públicas, salud, educación y despilfarro. Y eso que la industria no marcha debidamente ¿imagínese las recaudaciones del país si fuera socio estratégico en negocios petroquímicos o de energías de nueva tecnología?
El ánimo de ésta reflexión, como las muchas que hemos venido desmenuzando desde la óptica propositiva, proactiva y positiva es estimular a que Bolivia se convierta en una Zona Energética Continental especializada en venta de productos energéticos conforme a requerimientos de mercados demandantes, por ello no es una locura centrarse en vender electricidad generada por gas a Chile, a Brasil, a Paraguay, pensar en proyectos GTL para gas a diesel para Brasil, o gas a DME para Japón y China, pensando en utilización de similares logísticas de transporte de LNG, y productos petroquímicos a escala para mercados latinoamericanos y norteamericanos. Tendremos una planificación integral, estratégica y a largo plazo de nuestro horizonte que logrará desarrollo para el país y negocios por los próximos cincuenta años.
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