martes, 29 de julio de 2008

Todos son “iguales”


por Gary Rodriguez, Gerente General IBCE www.ibce.org.bo
George Orwell satirizó al régimen comunista soviético en su novela Rebelión en la granja (1945) explicando la corrupción de ese régimen con la representación de un grupo de animales que, luego de sustituir a los humanos por un auto-gobierno, acabó en una brutal tiranía. Convencidos por un viejo cerdo —con arrugas en su frente, seguramente— los animales forjaron su “revolución” y reglas propias, siendo la más célebre: “Todos los animales son iguales”.

Como normalmente ocurre con los matrimonios y con los hombres sin Dios, su inicio fue feliz pero no el final. El sistema “igualitario” funcionó hasta que dos chanchos —que se creían los más listos— se autoproclamaron líderes absolutos para abusar del poder y cambiar las reglas a su favor. Más tarde, los dos cerdos se pelearon y uno de ellos literalmente “le echó los perros” al otro poniéndolo pies en polvorosa. Con el poder omnímodo sometió entonces a los pobres animales a una dictadura, ayudado por los perros. Lo curioso fue que con el tiempo los cerdos se fueron pareciendo cada vez más a los humanos en sus defectos, hasta reducir las reglas a una sola: “Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.

¿Pasó esto realmente en la vida real? ¿Se repite la historia en espiral, y no en círculos, como dijo un librepensador? Ciertamente. “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”, dijo hace dos siglos el historiador John Emerich Edward Dalkberg Acton, y la historia lo ha confirmado.

En la extinta URSS, mientras la planificación centralizada de la economía y la estatización de los medios de producción llevó a una atroz carestía golpeando a sus ciudadanos, el “Politburó” gozaba de sus excesos: limusinas, comilonas, champagne, viajes de placer, orgías y fortunas ocultas. El “socialismo real” sólo produjo una pequeña casta privilegiada de funcionarios que concentraron para sí todos los derechos. La gente humilde, amenazada y torturada por la Policía Secreta debía trabajar sin esperanza.

Millones perdieron la vida queriendo escapar de su cautiverio detrás de la Cortina de Hierro. Para los que tenían una opinión política distinta a la oficial, había represión y “Archipiélago Gulag” (Aleksandr Isáyevich Solzhenitsyn). Finalmente, los experimentos socialistas del siglo XX acabaron en bancarrota, corroborando que “el socialismo es el camino más largo hacia el capitalismo”.

Si los grandes hombres casi siempre sucumbieron ante la corrupción ¿qué se puede esperar de los pequeños que se encaraman hoy en el poder como “la única oportunidad de su vida” para tomar una revancha histórica y llenar la vacuidad interna que los carcome? Así: ¿estarán los del Socialismo del Siglo XXI exentos de este mal? ¡Niet! Todos pregonan la igualdad, pero algunos siempre aspiran a ser “más iguales que otros”.

*Gary A. Rodríguez A.
es economista y gerente
general del IBCE.

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