
FOTO: El ex presidente Carlos Mesa junto a su ministro de Hidrocarburos Álvaro Ríos.Columna de Ing. Jorge Landivar Roca, ex Ministro de Estado
Persuadido de aquello que los pueblos no tienen memoria y que el tiempo ha logrado borrar del recuerdo popular las huellas de una desatinada gestión, el ex presidente, Carlos Mesa, trata de justificar su controvertible paso por el Palacio Quemado, presentando un nuevo libro. ‘Presidencia Sitiada’, una narración inquisidora que desnuda doblez, deslealtad e inconsecuencia política, confirma aquello que el mismo escribió, en ‘Entre Urnas y Fusiles’: ‘que buscar la Presidencia es una de esas cosas que siempre se cuelan en la cabeza de los maniáticos’.
En el libro, Mesa, confiesa que lograr la primera magistratura ‘fue un objetivo largamente anhelado ‘; ello de por sí explica, el propósito de haber alentado subrepticiamente los conflictos de ‘Octubre Negro’, que le permitieron acceder a este cargo. De su gestión de gobierno se recuerda su falta de definición, su demagogia e histrionismo que lo llevó al extremo de revolcarse en suelo alteño para fingir identificación telúrica con sus habitantes. Su afición al transfuguismo fue visible, a costa de prebendas, propició la creación de la brigada parlamentaria ‘Transversal’.
En dicho texto, Mesa imputa responsabilidades compartidas a su otrora compañero de fórmula, de quien, para acompañarlo, requirió un compromiso económico. Sánchez de Lozada debió aceptar la exigencia ante el escaso tiempo que restaba para la realización de la Convención Nacional. Mauricio Balcazar, yerno de éste, fue el encargado de negociar montos y condiciones.
Se debe recordar que Mesa, acudiendo a sus dotes de comunicador y analista mediático, trató de tapar sus desvaríos; pese a este esfuerzo, fue obligado a renunciar. Mesa Gisbert, critica la intervención del entonces embajador norteamericano, David Greenlee, quien, según señala, ‘consideró sensato’ que Hormando Vaca Diez, debiera asumir la Presidencia de la República para ‘restablecer el orden en el país’.
Olvida el ex presidente, que siendo vicepresidente, diez meses antes de octubre de 2003, tocó las puertas de la embajada Norteamericana, en aquella ocasión pretendía que la legación diplomática presione a Sánchez de Lozada para que renuncie al cargo, así él lo sustituiría legalmente. El justificativo era la pérdida de autoridad del Presidente frente al asedio cocalero. Consultados varios dirigentes partidarios por personeros norteamericanos, recibieron como respuesta que ‘el remedio era peor que la enfermedad’.
La intentona no reviste novedad alguna. La tradición muestra que los vicepresidentes frecuentemente tratan de tumbar a los presidentes. Lo intentó Jorge Tuto Quiroga junto a la embajadora Donna Rinack. Situación que fue denunciada por un ministro en la gestión del presidente Banzer. Aseveración confirmable si se consulta a dirigentes de los partidos de la entonces coalición gubernamental.
Mesa, en su libro, ignora que para fortalecerse en el conflicto promovió la confrontación entre oriente y occidente; tampoco justifica el daño económico ocasionado al negarse a promulgar la Ley de Hidrocarburos, tampoco explica la turbidez del ‘precio solidario’ con el que desventajosamente se vendió gas a empresas privadas petroleras, que lo comercializaron en Argentina.
‘Presidencia Sitiada’, junto a la presentación de otro libro: ‘Un Gobierno de Ciudadanos’, evidencia la velada intención de desarrollar una nueva odisea política, una correría, esta vez electoral. Acompañan la aventura varios miristas, especialmente de la ‘Nueva Mayoría’, algunos parlamentarios de la descalificada ‘Brigada Patriótica’ y unos cuantos ciudadanos que, en este afán, se han dedicado a publicar solicitadas en los diarios.
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