Boris Gómez Úzqueda
Hace más de un año los dirigentes estatales echaron a andar su ‘nacionalización’.
Cumplieron su propósito: lograron que no haya inversiones significativas y ni siquiera arranque el prometido ‘plan de industrialización’ del gas con valor agregado. Tenemos derecho de reclamarles grandes proyectos y multimillonarias inversiones en derivados, como juraron hacer. Lo peor de esta nacionalización es la pésima situación en la que se encuentran los ciudadanos, los pequeños emprendedores, las industrias medianas y grandes, por falta de energía (poco gas, poca electricidad, poco combustible).
Y una constatación irrefutable: al no haber inversiones en la industria, el reciente pedido de la multinacional brasileña Petrobras –de que Bolivia cumpla con el compromiso de elevar la cuota de envío a 30 millones de metros cúbicos diarios (MMmcd) de gas a ese país– mostró que la producción está al tope y que ni humana ni técnicamente es posible cumplir con los pactos; peor siquiera pensar en más volúmenes de exportación, forzando a retrasar el otro contrato de compraventa de gas con Cuiabá y restringir despachos a Argentina. Y en lo interno: colas para adquirir gasolina o diésel, o para comprar garrafas de GLP y crisis energéticas en las ciudades. No hubo ampliación de conexiones de gas domiciliario ni tampoco el fomento estatal a la masificación del gas vehicular, salvo iniciativas privadas.
La gran industria productora, la mediana y los pequeños emprendimientos (comercios y artesanía) no tienen la capacidad de contar con electricidad en volúmenes y precios que les permita expandir operaciones ni menos generar empleos.
¡La leña sigue siendo el principal energético para cocinar alimentos en el campo y las ciudades! Los dirigentes estatales han debido ya reflexionar secretamente del fracaso de su nacionalización –que en los hechos no fue tal, sino una simple ‘remodelación’ regulatoria– y que cerró y atrasó por muchos años la oportunidad para que la potencia gasífera, que es Bolivia, desarrolle reservas de gas, las comercialice, les dé valor agregado y exporte excedentes. Pero obvio, como no hay inversiones fuertes y el país mantiene su nivel de ‘inestabilidad’, el famoso ‘gas para los bolivianos’ sigue en discurso. Y, finalmente, la mano del socialismo venezolano le puso freno a cualquier oportunidad de desarrollo de negocios bolivianos en energía.
No existe un efectivo programa de ‘socialización del gas’. El mercado interno apenas está garantizado. Los pocos recursos que genera la actividad –vía Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH), por ejemplo–, que no han sido creados ni ideados por la dirigencia estatal, sirven para financiar obras en las regiones; sin embargo, quieren meter mano en ellos para perjudicar a prefectos que no les son afines.
Su mala gestión en el tema de los hidrocarburos, sumada a su pésima conducción política por el odio fratricida a las regiones, los ciudadanos, la Iglesia y la democracia, los hacen merecedores del título de antinacionales e impostores. Creo, con toda honestidad, que es tiempo de que reclamemos que nos muestren frutos concretos de ‘su’ nacionalización, que fue criticada hasta por su mentor, el ex ministro del área, o que acepten que han fracasado.
fuente: http://www.eldeber.com.bo/2007/2007-09-18/vernotaopinion.php?id=070917205702
No hay comentarios:
Publicar un comentario