sábado, 13 de octubre de 2007

¿Ganó Bolivia en la Cumbre energética?

Boris Gómez Úzqueda

La energía es herramienta política de desarrollo, integración y complementación o, mal utilizada, de hegemonía e imposición. Más aún ahora que el atraso y la pobreza se combaten con industrias alimentadas de electricidad, gas, petróleo y biocombustibles que deben ser, ciertamente, de bajo costo.
La primera cumbre energética de Venezuela apuntó la formalización de un bloque de integración denominado Unión de Naciones del Sur, esperemos que a la medida de las aspiraciones de los países, unidad sustentada –principalmente– en la capacidad latinoamericana de negociar la compraventa de energía. Así de sencillo: el principal sostén de la integración-complementación es la energía que proyectará globalmente al continente.
Sin embargo, no hemos visto que haya tomado cuerpo una tesis boliviana en relación con la energía, dado que Bolivia será uno de los principales responsables en la complementariedad sobre la base de futuros acuerdos y negocios energéticos. Es inminente un cambio de matriz energética en el continente basada en el gas y, con la misma intensidad, la búsqueda de fuentes alternativas; de ahí que los biocombustibles patrocinados por Brasil dan también lugar preponderante a la hora de la integración.
Bolivia pudo haber liderado la cumbre asistiendo con la tesis del 'gas para la integración' y sentar así los cimientos de una Bolivia centro energético continental, desechando de esa forma ideas como la de, por ejemplo, importar LNG (gas licuificado) desde Indonesia. En Chile, posiciones como ésta no se descartan porque encuentran en sus vecinos bolivianos, ricos en gas, una muy débil voluntad de venderles este producto o electricidad.
Tampoco vimos que se haya promovido a Bolivia como el 'centro de operaciones' por donde crucen todos los gasoductos, o el espacio en el cual se construya la infraestructura para la industria del valor agregado energético y se discutan precios de un mercado de gas internacional con el objetivo de generar riqueza para todo el continente.
La anunciada 'OPEP del gas' podría haber fijado su sede en Bolivia, que debió haber insistido en que la energía tiene nombre –gas, principalmente– y, en consecuencia, redefinir el rol de productores y consumidores de este combustible en países especializados en producción de valor agregado (electricidad, combustibles, plásticos, petroquímica), junto a la definición de futuros acuerdos entre países-consumidores o con carencias energéticas. Todo para marcar objetivos y reducir brechas. Y quizá, sólo quizá, el nuevo mecanismo de integración sudamericana, partiendo de la base de la energía, haga el milagro: integración y complementariedad.
Esperábamos algo más que declaraciones, acciones tendientes a consolidar Bolivia como 'capital de la energía del sur' y, quizá, la 'secretaría ejecutiva' del ente energético sudamericano, con Tarija como sede logística y política del organismo que permita efectivizar proyectos multinacionales en electricidad, gas y aun etanol.
Es la oportunidad, sin embargo, para que las dos mayores reservas y la comercializadora de gas más importante del hemisferio (Venezuela, Bolivia y Trinidad y Tobago, respectivamente), junto al productor de etanol (Brasil), reorienten políticas de integración en búsqueda de soluciones para aumentar la exploración y la producción, por un lado, y garantizar el acceso a fuentes energéticas con valor agregado y de bajo costo, por el otro, que permitan reducir la pobreza y crear industrias.

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