martes, 9 de octubre de 2007

Es el tiempo de Santa Cruz




por Boris Gómez Úzqueda

Cuenta mi abuelo, un cruceño de esos bien plantados, que Santa Cruz se construyó en base a la energía de su gente. Mi padre, otro chaqueño de antaño, relata días apacibles en la vieja Santa Cruz de la Sierra: donde esfuerzo y solidaridad han sido forjadores del carácter cruceño.
Para el Siglo XXI, el pulmón de industria, comercio y negocios a escala están en Santa Cruz. En lo político, es muy obvio el intento de los dirigentes estatales en poner en jaque a Santa Cruz. Quieren quebrar su crecimiento ligado, entre otras industrias, a la agropecuaria, comercio, negocios y muy próximamente a la energía. Santa Cruz asumió el reto: dejar de lado la visión "rentista", o sea que no sólo regalías o participaciones derivados de la producción están considerados para el desarrollo de Santa Cruz de este tiempo, sino industrias e inversiones en upstream y downstream para posicionarla como ciudad estratégica del Cono Sur, por donde "confluirán y se unirán todos los caminos de esta parte del mundo", como decía el actor de la conquista del oriente boliviano Diego de Mendoza.
La simple "reacomodación" de la refinería de Palmasola, por ejemplo, no es suficiente para una Santa Cruz que bien podría ser "capital" del refino de ZICOSUR –la zona de integración del Centro Oeste de América del Sur- o, en lo concreto: construir una planta de GTL que significa inversión mínima de 450 millones de dólares y de una planta de polietileno (de 600.000 toneladas año) de casi 1.500 millones de dólares, proyectos que necesitan la alianza estratégica brasilera o internacional. Los beneficios se podrán medir en la recaudación impositiva (a las utilidades, por ejemplo), en el crecimiento del PIB y en nuevas industrias que "crecen" en derredor de una planta de estas características.
Y la Prefectura tendrá un rol decisivo: durante los próximos años tendrá que ser, ante la inactividad del Poder Ejecutivo central, y a través de una Secretaría de Hidrocarburos, articulador en generar proyectos modalidad joint venture, para que en lapso de unos cinco años –y así recuperar tiempo perdido con la "nacionalización"- se promuevan flujos de inversiones en proyectos GTL (cubrir demanda interna de diesel y exportar el excedente a estados brasileros como Mato Grosso), petroquímica (con un mercado "a la vuelta de esquina" como el de San Pablo), termoeléctrica (Paraguay, y Brasil requieren electricidad) y expansión de gasoductos y oleoductos, potenciando la capacidad comercial de Santa Cruz de la Sierra. El proyecto no olvida la inclusión social: conexiones de gas domiciliario para el plan 3.000, la villa 1º de Mayo, la zona periférica y rural.
Santa Cruz está obligado a pensar su futuro con una alianza energética institucional con Brasil –un segundo gasoducto ya no es broma- además, caminos bioceánicos y aeródromos que soporten infraestructura para la siderurgia del Mutún. Puerto Busch y su hub energético: petroquímica, úrea, plásticos, fertilizantes, industria de hierro y conexión ferroviaria, termoeléctrica y otros negocios (¿di metil éter para mercados asiáticos?)
Para recordar: la construcción del gasoducto a Brasil (en los noventa) demandó inversión de millones y tuvo efecto en el PIB regional y generación de industrias. Pongámonos a pensar en el efecto dominó en la región cuando el gas –desde nuevas zonas exploradas y en desarrollo en Santa Cruz, o del Chaco- sea extraído para industrias de valor de agregado: el desarrollo económico del país vendrá con energía desde Santa Cruz.
Mirando al Norte: la zona agrícola productiva (Warnes y alrededores), las zonas soyeras junto al gasoducto a Trinidad van a ser una llave para integrar al Beni al desarrollo, y esto va unido al tema eléctrico, porque hay déficit de más de 400 megavatios en Rondonia (Brasil).
Ojalá que la dirigencia estatal no trabe el proceso autonómico. Y que la democracia no sea destruida.
Es el tiempo de Santa Cruz y para Bolivia.

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