
por Boris Gómez Úzqueda
La conferencia anual del Club de Madrid -entre otros tópicos- resaltó la importancia de la energía como «motor del crecimiento económico y de grandes problemas geopolíticos», convirtiéndose, por tanto, en la indiscutible herramienta política mundial, con particulares incidencias en el plano latinoamericano.
Recientemente estuve en París -una de las capitales mundiales de los negocios en energía- y allí la concepción europea de energía -como el transporte que son administradas por una Dirección General de la Comisión Europea- tiene public policies que son consideradas «corazón» del desarrollo. La sede de la Dirección está en Bruselas, pero en París, con sus diversas compañías y multimillonarios negocios en infraestructura/transporte/energía, se lleva a efecto el debate permanente sobre energía.
Los albores de la Unión Europea -en su estructuración política hoy conocida- fue basada en la discusión de tratados relacionados a energía, y ya en los noventa la consolidación de las bases comunitarias europeas estuvo solidificada en la discusión de variables que constituyen el siempre dinámico y multimillonario mercado europeo de electricidad y gas. La seguridad en el suministro de energía, la regulación y fiscalidad comunitaria y las nuevas fuentes son temas de carpeta cotidiana.
Conceptos como «Energía Inteligente», para promover nuevos programas, además de elaboración de políticas comunitarias se debaten en círculos empresariales y académicos de París, cuando ya se alcanzó la no despreciable cuota del 6 % de la energía procedente de fuentes renovables, por lo que pretenden llegar al 12 % a 2010, desplazando en algo la utilización de energía fósil. Buscan reducir emisiones de CO2 (la energía utilizada en el transporte produce más del 28 % de estas emisiones).
Europa busca que todos sus ciudadanos tengan acceso a la energía, en condiciones favorables, a bajo costo y fundamentalmente «limpia» por lo que se está construyendo infraestructuras que garantizan máxima calidad de servicios, derechos de consumidores y establecimiento del «modelo europeo energético» que podría ser «exportado», con matices correspondientes a América Latina y a Bolivia.
Éste modelo con su «Libro Verde» señala la estrategia europea de seguridad en abastecimiento energético con enfoque al ciudadano, para reducir la demanda de energía, promover fuentes de energía renovables (por ejemplo: desarrollando el uso de vehículos limpios). Rusia, como Venezuela y próximamente Bolivia en América Latina, es el corazón energético europeo porque abastece en gran medida al Continente y sólo el 25% de importaciones de petróleo procede de Oriente Medio cuando un 30% de gas natural procede de Rusia.
La energía es desde el gas y el petróleo hasta el sol y el viento, y conforme se discutió así en el Club de Madrid, América Latina tiene la variedad necesaria de recursos energéticos que la convertirán en el «ejemplo de resolución de problemas energéticos». La energía es la herramienta de la política, y debe ser manejada con democracia y seguridad.
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