Por Boris Gómez Úzqueda*
Todo el “misterio” estatal que cubría el asunto de volumen de reservas fue hecho público: siguiendo el informe técnico de la consultora norteamericana se asume que Bolivia tiene casi 10 TCF (Trillones de Pies Cúbicos TCF) de reservas de gas natural probadas. Cifras más o menos que alcanzarán, en tanta se encuentren mayores, para cumplir compromisos y empezar con la agregación de valor.*Máster en Administración, consultor del sector privado.
Subsiste el buen ánimo y positivismo para seguir insistiendo en que menos del 20% del territorio boliviano fue objeto de exploración geológica, de manera que la potencialidad de encontrar nuevos reservorios con líquidos y gas es muy auspicioso. Aunque -a esta altura- los agoreros de la patria, los incrédulos y los “expertos” deben estar gritando al cielo, a ellos una aclaración: el mundo no se acabó y de seguro con apropiadas herramientas financieras, políticas y alianzas tecnológicas adecuadas se van a incrementar niveles para situarnos, en el segundo o quizá primer lugar en el Continente no sólo en reservas sino como real industria de derivados de valor agregado en energía.
La última exploración prudente que se encaró en territorio nacional fue en la década de los noventa, como prólogo a lo que sería una agresiva política de atracción de inversiones y de remozamiento del aparato político energético. Desde ese lapso no ocurrieron intensivos programas de exploración y a la fecha ni siquiera existe una nueva Ley de Hidrocarburos acorde a la realidad! No hubo exploración intensiva en el país porque requiere capitales de inversión con alto riesgo a los que las multinacionales no siempre están dispuestas a correr más aún si el país está atravesando situaciones de incertidumbre política y de indefinición en el área energética: ausencia de políticas públicas definidas.
Lo importante es no perder de vista el objetivo central: hacer de Bolivia un país con facilidades a la inversión privada –con asociación estatal- en nuevas industrias energéticas, por ello es que la exploración debe ser parte de una NPE.
De continuar la pasividad sin generar propuestas de negocios compartidos entre Estado boliviano y capitales externos para nuevos procesos exploratorios, principalmente, amén de modernizar toda la cadena, y arrancar con la agregación de valor (industrialización), estaremos encadenamos a una proyección bastante mínima sin posibilidad de desarrollar la industria en toda su potencialidad. La premisa es salir del modelo exportador de materia prima y privilegiar la agregación de valor que permita generar nuevas dinámicas proactivas comerciales en insumos energéticos que el Continente requiere: a partir del gas producción de plásticos, diesel ecológico y electricidad, además de fertilizantes.
Finalmente reiterar algo que pareciera trillado: volcar esfuerzos del Estado boliviano –a través de su estatal petrolera- a procesos de exploración intensiva y a empezar procesos de industrialización, financiando para ello con hasta 6000 millones de dólares del total de 10000 millones que se tiene como RIN reserva internacional neta, de manera de posicionar a Bolivia como centro energético para fines de ésta década especializado en venta de valor agregado en vez de materia prima, con una nueva mentalidad, una NPE y una Ley sectorial moderna.
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