
Un reciente reporte internacional da cuenta que la China Popular —la de la revolución cultural de Mao Tse Tung, la misma de la historia de la plaza de Tian An Men— pasó a ser el país que más exportó a EEUU el año 2007. Seguramente pocos chinos denostarían hoy como “imperio capitalista” a quien prodiga millones de empleos, contribuyendo a que el mayor número de jóvenes ricos y la mujer más adinerada del planeta sean originarios de esas latitudes.
El colosal intercambio comercial entre los casi 1.300 millones de chinos y los cerca de 300 millones de estadounidenses significó también un saldo favorable récord de 256.000 millones de dólares para China, siendo que sus exportaciones a EEUU aumentaron en 321.500 millones según el Departamento de Comercio de este país.
¿Es posible pensar en China como exportador sin referirse al rubro textil? No. Sin embargo, la realidad china ha cambiado para bien: no sólo la Gran Muralla sirvió hace poco para un desfile de alta moda occidental —y nadie se rasgó las vestiduras por ello—, sino que la lista de productos más vendidos a EEUU inicia con televisores de pantalla plana, computadoras, línea blanca, juguetes y, naturalmente, las confecciones.
De hecho, pese a las cuotas de importación, las ventas de confecciones chinas a EEUU el pasado año aumentaron en 5.200 millones de dólares (tal excedente supera en 500 millones al valor de todos los productos exportados por Bolivia el año 2007). El déficit de EEUU con China en el rubro textil llegó a los 31.800 millones de dólares, casi 20% más que en el 2006, demostrando que ese gigantesco mercado es insustituible.
¿Cómo logró China semejante hazaña? Simple, con el pragmatismo que le caracteriza y que a otros les falta: no sólo saca rédito de su abundante mano de obra barata, sino que el Estado otorga garantías, incentivos y subsidios a sus empresas y al capital extranjero al que atrae con toda gracia: 67.000 millones de dólares en IED y tecnología llegaron a China el 2007, sin importar su origen capitalista estadounidense, europeo o asiático.
Además se dice que las condiciones precarias en las que trabajan los chinos y el poco cuidado por el medio ambiente de sus industrias tiran abajo los precios, sin embargo, el intríngulis de su temida competitividad es la deliberada “infravaloración” de su moneda.
¿Cómo? ¿La China no devalúa el Yuan, pese a estar nadando en millonadas de dólares? Así es, porque los chinos podrán ser nacionalistas, pero saben que si se empeñan en “chineizar” su economía (equivalente a “bolivianizar” en Bolivia), la devaluación del dólar —o el fortalecimiento de su moneda, que es igual— implicaría encarecer sus productos y perder el portentoso mercado estadounidense y eso no hace a su lógica.
¿Cuánto realismo, no? “êðá”ê•êðá” significa “negocios son negocios” en chino, por si acaso… ¡Y eso que son comunistas!
FUENTE: http://www.la-razon.com/versiones/20080225_006193/nota_246_553861.htm
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